miércoles, 15 de agosto de 2012


 por Matías A. Bianco

Otra noche de melancolía. Mirando al cielo, buscando algo o a alguien, pero sólo encuentro más soledad, como de costumbre.
Las horas más largas. Una tortura permanente. Sólo me queda esperar, ya sin sentido y a veces con la esperanza agotada, como los últimos segundos en un reloj de arena. Ya no quiero correr al vacío con el corazón ajustado. Y cuando reía en mis últimos momentos de cordura, en donde los sueños podían ser tocados, una mirada, lejana, podía acercarse.... la dejaba acercarse. No voy a olvidar esos pasos que marcaban el ritmo de mi corazón y como la adrenalina corría. Algo de temor, sin mentir diría que miedo, era alguien nuevo en esta noche desolada. Un trayecto que parecía eterno, la ansiedad y la espera que golpeaban en mi cara. Se paró a mi lado pero no nos miramos y contemplamos lo mismo, aquel cielo desolado, pero ahora tan lleno.
Pasaron los minutos. Mirarnos era algo atrevido, no nos conocíamos, pero se había acercado a mí, ¿Que buscaba? Quizás lo mismo que yo, un sentimiento que no sea solo suyo, algo que compartir, algo que atesorar…… algo por lo que morir.
Con el destino escribiendo esta página, ninguno pudo aguantar, queríamos descubrirnos en nuestras miradas. Sabía que vería su alma, y que miraría en la mía. Sólo el miedo al desencuentro.... pero no podía fallar, estaba invadido por el optimismo como nunca lo había experimentado.
Finalmente nos miramos con orgullo……..con mucho orgullo, casi sin corazón. Sabíamos nuestro lugar, ¿pero quién sería el primero en arrojar una palabra?, cada uno a su manera, comprendía que no podía entenderle, pero dejaba todo a nuestros ojos. Y cuando menos lo esperaba, se acerco tan rápido como pudo y no dudo en besarme en la mejilla. Y yo, con los ojos hambrientos, estupefacto, y con una sorpresa eterna, me deje sin reacción. Se alejó, pero siguió a mi lado, otra vez contemplando el momento, y después de disfrutar de su amor deje caer una caricia, tan tímida como nuestro desconocimiento.
Los días siguen pasando, y los dos agradecidos nos seguimos viendo, en este mismo lugar. Y cada noche que llega es otro encuentro eterno, con un hermano, con el amigo más fiel. Jamás supe su nombre, jamás tuve el valor de ponerle uno, de herir su libertad. Sólo sé hoy, que nunca entenderé como siendo tan diferentes, como caminando tan diferentes, podemos ser dos almas iguales, pero sin olvidar nunca que la suya es más pura, porque yo simplemente sigo siendo solo un hombre.

El Perro.

lunes, 13 de agosto de 2012


Ni siquiera se en donde estoy. Por alguna razón comencé a correr….. Quizás por miedo, tal vez por algo de culpa. Lo cierto es que desperté sin saber cómo ni porque estoy acá. Ni siquiera conozco este lugar.
Solo siento un gran dolor de cabeza…. y ahora….. algo de cansancio en las piernas. Creo que ya estoy bastante lejos de donde desperté. Me siento seguro, con más esperanza. Que seria del hombre sin algo de esperanza, bueno… a decir verdad seriamos perfectos.
Ahora, más tranquilo, me esfuerzo, pienso, medito, pero estoy cada vez más lejos de saber que paso. Reviso mis bolsillos……algo de dinero solamente, unas pocas monedas. No me siento golpeado, un poco de malestar estomacal. Quien sea que me haya traído acá no lo hizo por la fuerza, quizás fue algo que tome o que me hicieron tomar. Si….las nauseas confirman que bebí algo.
Estoy cada vez más nervioso, todos me miran raro, como si fuese desagradable, como si causara pena y algo de asco. No tengo en donde mirarme.
En frente, una plaza. Cruzo, unos niños se alejan, me miran, pero no noto su desprecio, solo sonríen, pero no pierden la sorpresa de ver a alguien así. Cerca, muy cerca, veo una fuente…. Estoy corriendo pero esta vez no para saber que paso, sino para saber quién soy. Me miro en el agua, la angustia vuelve, otra vez la verdad, recordando quien soy y qué lugar me toca. Ahora lo sé, el hambre me trajo acá, el estomago vacio un lugar más que placentero para algo de alcohol barato. Ya no me preocupo. Ya recuerdo, ya me recuerdo. Fue solo otra noche de frio, de soledad y de un sueño perdido. Solo que esta vez tenía la esperanza de no ser quien soy, de penar lo que me queda. De contar con otra oportunidad, la que espero hace ya más de media vida, durmiendo en una plaza y mirando lo que pude ser, otro más de ellos de sus miradas o este, solo un viejo olvidado y con poca cordura que espera el momento en que llegue otra noche para volver a beber.

Memorias de un viejo y el hambre.